lunes, 9 de diciembre de 2013

El Pirata Hojalata (3)- Tres piratas en busca de un tesoro

Nueva entrega de la obra cumbre de la literatura infantil de este siglo..

El Pirata Hojalata (3)- Tres piratas en busca de un tesoro

Una vez que se subió al barco Hojalata, y después de haberse conocido un poquito mejor,  decidieron que, ya que estaban todos juntos y eran piratas, y todo eso, lo mejor que podían hacer es ir a correr alguna aventura. Al fin y al cabo, si habían decidido serlo, era para pasar un buen rato, y estar todo el rato subidos en un barco sin moverse, no era muy divertido, ¿no?

Así que, ni cortos ni perezosos, izaron todas las velas del barco, siguiendo los gritos de Hojalata, que decía todo el rato “Izad la mesana”, Levantad la vela mayor”, “Bogad, bogad”, y cosas así, que ninguno sabía lo que significaban, pero que habían oído en una peli de bucaneros, y poco a poco, el barco se fue alejando de la isla.
Pasaron un ratito navegando solos por el mar, cuando, de repente, ¡Vieron otra nave, con bandera pirata también, que se acercaba hacia ellos!
Muy excitados, los tres fieros bucaneros miraron por un catalejo que se habían traído de la habitación de Jorge, y comprobaron que… ¡era un barco de piratas de los malos, feos, y, por la pinta que tenían, marranos!
No solo eso, los bandidos les habían avistado, y estaban poniendo rumbo hacia ellos.
Tras el desconcierto inicial, los tres amigos decidieron, después de calibrar bien sus armas (Principalmente, las tres filas de dientes de Tiberio y sus dos espadas de corsario), que se iban a enterar, que no se podía ser tan feo y tan guarro sin ser malvados, y que iban a realizar su primera hazaña, aquella por la que se les empezaría a conocer a todo lo largo del mar de los sueños.
¡Imagínate la sorpresa de los malvados, cuando vieron que, en vez de huir, aquel barco amarillo enfilaba directamente hacia ellos!
La sorpresa inicial se trocó en absoluto desconcierto, cuando vieron que les empezaban a abordar, sin siquiera darles tiempo a disparar un cañonazo. Y lo peor fue cuando, tras fiera lucha, empezaron a arrojarse despavoridos por la borda, donde descubrieron a un fiero tiburón, atizándoles horrorosos mordiscos en las posaderas.
Cuando el resto de los piratas comprobaron cómo se las gastaba el tiburón, decidieron resistir en el castillo de popa, pero tal era el vendaval de espadazos que se les venía encima, que no tuvieron más remedio que saltar también. Había que ver a esos barbudos filibusteros nadar...Tanta prisa se dieron que se olvidaron hasta de recoger los tesoros que vilmente habían ido recolectando con sus pillerías a lo largo y ancho del mar.
Tomado el control del barco, y tras haber festejado convenientemente su épica victoria, a base de galletas y leche con chocolate, que esto de asaltar barcos da mucha hambre, decidieron los tres amigos inspeccionar el contenido del buque, donde, para su sorpresa, hallaron un gran tesoro, en oro y plata, y a la tripulación, encerrada en la sentina, asustada por los fieros gritos que se escuchaban.
Ya tranquilizados, les entregaron el gobierno del buque, y, felices y contentos, decidieron regresar a su isla, exhaustos tras su primera correría, acompañados por los vítores y salvas de agradecimiento de los marineros a los que acababan de liberar.

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