¡Que os guste!
El Pirata Hojalata (5)- La isla de los Hombres-Helado
Y ocurrió que, al cabo de un par de días, a Clara, que se había quedado a vivir en la isla de Hojalata, le pareció ver unas velas verdes en el mar, allá a lo lejos.
Muy emocionada, marchó corriendo a avisar a sus
amigos, y así, entre los tres y con la ayuda de un catalejo, vieron aparecer
poco a poco un barco amarillo en el horizonte.
¡Bien! ¡Ya estamos todos! Exclamó Hojalata, al
comprender que efectivamente se trataba del barco pirata de Jorge.
Una vez este hubo atracado en la playa, y después de
haberse saludado efusivamente, se pusieron a planear su siguiente aventura.
¡Ya sé! Dijo Tiberio. Podemos ir a por el fabuloso
tesoro de los Hombres-Helado.
Y les explicó que se decía que, en una isla cercana,
vivían unos seres que llevaban cucuruchos en la cabeza, y que se dedicaban a
fabricar helados de todos los sabores y colores posibles, y que eran de largo
los más ricos que probarse pudiera.
Después de aprobar por aclamación la idea del
tiburón, dado que en esos momentos se encontraban en el lado soleado de la
isla, y a todos les apetecía un helado de cucurucho con muchas bolas, sin pensarlo
dos veces cargaron todo lo necesario en el barco (o sea, la merienda, el agua y
las espadas de cartón, y zarparon en la dirección que Tiberio les indicó.
Una vez arribaron a la isla, vieron a gran cantidad
de hombres-helado esperándolos en la playa, enarbolando lo que parecían grandes
cuchillos. Lejos de arredrarse, y a pesar de que, al estar en tierra poco les
podía ayudar Tiberio, los tres se lanzaron al ataque, dando desaforados gritos....hasta
que llegaron a la playa, en donde uno de los habitantes del lugar les dijo
-Eh, eh, que pasa, ¿por qué gritáis tanto?
-pues… es que venimos a asaltaros – Dijo Hojalata.
-¿Por qué?
-Para comernos el helado, naturalmente, le explicó Clara,
con aspecto desafiante.
-¡Pero si no hace falta! Les dijo el que parecía el
portavoz de los lugareños. ¡Si os invitamos! De hecho, y según se enteraron
después, sentados en la terraza del jefe, los Hombres-Helado eran unos
habitantes pacíficos del mar de los sueños, que estaban deseando que viniese
gente a probar sus creaciones, porque, como había tanto pirata malo en el mar,
nadie se pasaba nunca por su isla, y acababan con dolor de barriga de tanto
comer dulce. Lo que habían tomado por largos machetes, era en realidad palas de
repostería, y se habían congregado todos al verles solamente para saludarles.
Así, una vez que comprobaron la buena disposición de
aquellas gentes, montaron un tenderete al lado del mar, para que Tiberio
pudiera comer helado con ellos tres, y se dispusieron a degustar aquellas
maravillosas creaciones a las que los generosos habitantes de la isla los
convidaban.
Y una vez ahítos, y tras prometer a aquellas buenas
gentes que los visitarían a menudo, y que si observaban alguna amenaza
acudirían a defenderles, zarparon rumbo a su propia isla, con el fin de reposar
de tantas emociones.
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