miércoles, 19 de febrero de 2014

El Pirata Hojalata (8)- El ataque de la coalición pirata

Vamos con un poco más de Hojalata...


El Pirata Hojalata (8)- El ataque de la coalición pirata

Sucedió un día que, en la parte de la isla que estaba nublado se encontraban tres de los cuatro amigos (ya que Jorge aún no se había presentado) jugando al escondite. Ya sabéis. Primero se escondía Clara y la buscaban Hojalata y tiberio, y luego se iban turnando. Por supuesto, para que pudiesen jugar juntos los tres, siempre se escondían en una laguna poco profunda, porque si no no podría jugar Tiberio.

El caso es que, a eso de media tarde, Hojalata levantó la cabeza y vio allá lejos, en el mar, unas velas que poco a poco se asomaban por el horizonte. ¡Parecía que se dirigían hacia la isla!

¿Quiénes serán? Se preguntaba Hojalata. Jorge no parece, sus velas son verdes y estas… Además, son tres. Voy a por el catalejo, se dijo, y avisando a sus amigos, corrió hacia el desván de la casa, que es donde lo guardaba.

Una vez con el catalejo en la mano, y tras mirar cuidadosamente, gritó espantado: ¡Son los piratas malos! ¡Y vienen todos juntos! Y es que había comprobado que, encima de las velas, lucían tres enormes calaveras, una de ellas con un parche en el ojo, otra con una pata de palo y otra con un garfio en la mano, y, como todo el mundo sabe, esas tres banderas eran de los tres piratas más feos y malos que surcaban el mar de los sueños: el pirata Patachula, el corsario Garfiete y la peor de todas, la jefa de todos los malvados, Celestina Ojochulo, la que conseguía, con solo mirarle el ojo (el bueno, el otro lo tenía tapado con un parche rojo), que se te helara la sangre.

Y lo peor de todo es que, efectivamente, todos venían hacia la playa en donde estaban, y a juzgar por los gritos de guerra, no venían a jugar, precisamente. Y encima, Jorge no estaba, y por tanto, tampoco su barco.

-¡corred, corred! Exclamó Hojalata. Hay que parapetarse detrás de los árboles.

Justo a tiempo. Los malvados estaban disparando los cañones, y las primeras balas empezaban a acercarse hacia la isla. ¿Qué podía hacer? En la isla no había cañones, tan solo pelotas, y estas no eran muy adecuadas para rechazar un ataque pirata. Los muy malandrines habían estado esperando que Jorge se marchara de la isla para atacar, y encima, sabiendo cómo se las gastaban los tres amigos, no se atrevían a acercarse a la isla, sino que les atacaban desde lejos.

De repente cesaron los cañonazos, y escucharon una voz femenina:

-¡Rendíos u os destrozaremos a cañonazos! – dijo Celestina Ojochulo. Venimos porque nos ha pagado el rey del país vecino, para que secuestremos a su hija, la princesa Restilina. Entregádnosla y no os pasará nada. Bueno, dijo con una sonrisa aterradora… O casi nada.

-¿Restilina? Aquí no vive nadie con ese nombre- contestó Hojalata, extrañado.

-Calla, calla – Dijo Clara, de repente muy seria. Soy yo. ¿No te acuerdas que me cambié el nombre, porque era muy feo y cursi?

-Ay, sí, es cierto- dijo Hojalata, dándose una palmada en la frente. Bueno, da igual. ¡Nunca!. Al que se atreva a venir a por Clara, le daremos tal paliza que no va a poder sentarse en un mes.

-pues entonces… bombardearemos la isla, hasta que no quede nada. Jo, jo, jo Se carcajeó la muy bruja, y reanudaron el bombardeo.

-Hojalata, debería entregarme- dijo Clara, viendo que los filibusteros estaban destrozando su preciosa isla.

-de eso nada. Islas hay muchas, y amigos solo unos poquitos. No te preocupes, Clara.-Decía Hojalata, mientras tiraba piedras con un tirachinas a los piratas.

Pero claro, al final con tanto cañonazo, los piratas estaban consiguiendo acercarse a la isla, y, de repente, cuando casi habían puesto el pie en la playa, vieron un poderoso cañonazo que estallaba en medio de la nave del pirata Patachula, casi partiéndolo por la mitad. ¡Era Jorge!

Resulta que, cuando casi había llegado a su camita después de jugar toda la tarde con sus amigos, le pareció ver al fondo de su sueño un resplandor muy grande. Al volverse, observó espantado que estaban atacando a sus amigos, y, sin pensárselo dos veces, dirigió la proa de su nave hacia la isla de nuevo. Justo a tiempo, porque los malos estaban a punto de vencer a sus amigos, comenzó a disparar enormes cañonazos, que, en un periquete, hundieron el barco de Patachula y dejaron a los otros dos gravemente tocados. Al ver la que se les venía encima, los piratas, aterrorizados, dieron media vuelta y, antes de que los pudiese atrapar, se perdieron en la bruma, con Celestina Ojochulo lanzándole horribles miradas.

-Ya nos volveremos a ver – Dijo

-Cuando quieras… Contestó Jorge. Aquí estaremos.

Y sin más, atracó en la isla, donde fue aclamado por sus amigos.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué os atacaban?

-Querían llevarse a Clara. Su malvado padre les había contratado para que la secuestraran. Y me temo que volverán. Celestina es un mal bicho, y es dura de pelar.

-Pues entonces habrá que adelantarse. Atacaremos la isla pirata para que se les quite la idea de la cabeza para siempre. Y en cuanto a Celestina…Que se prepare. Pero de momento vamos a descargar algún cañon del barco. Yo no puedo estar siempre aquí, Papá y Mamá se preocuparían, y la isla no puede estar indefensa.

-de acuerdo, dijo Hojalata. Cuando vuelvas la próxima vez, atacaremos. ¿Os parece?

-Pues claro. Que todo el mundo en el mar de los sueños sepa lo que pasa cuando se ataca a un amigo.

Y sin más, descargaron los cañones, y Jorge se fue a casa, dejando a sus amigos planear el próximo ataque.

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