En vista de que no os habéis quejado mucho, y que no tengo mucho que contar de otros temas, os comparto otro pedazo de mi cuento. Que os guste.
2-La pandilla se reúne
Mira, la primera de las que me acuerdo es la
historia de cómo Hojalata se hizo pirata.
Esta mola mucho, porque, curiosamente, fue el
mismo día que conoció a sus dos mejores amigos, Jorge y Tiberio.
Un día Hojalata (que en aquel entonces era
un chico normal y corriente, no un pirata) se levantó como todos los días...
con sueñito y ganas de remolonear, pero se dijo “no, hoy tiene que ser un día
especial”, y, efectivamente, vaya si lo fue.
En primer lugar, Hojalata decidió que quería
ser pirata, y luchar con los piratas malos, y esconder tesoros, y, dicho y
hecho, se puso una camisa a rayas que encontró en un desván de la casa en que
vivía (en la parte de la isla que siempre estaba nublada), cortó unos
pantalones viejos que tenía, un cinturón con una vieja espada de cartón, se puso sus zapatillas, y salió sin más en
busca de aventuras.
Como no tenía prisa, decidió ir bordeando la
costa, porque le gustaba mucho oír el mar. Además – Razonó – si quiero ser
pirata, tengo que ver el mar, porque todos los piratas de los que he oído
hablar, viven allá.
Así pues, ni corto ni perezoso, empezó a
andar, silbando una cancioncilla.
Al cabo de un ratito, dejó de silbar, y se
puso a dar saltos muy contento: ”un
barco, un barco”. Y es que Hojalata estaba contemplando un barco precioso,
amarillo y verde, que brillaba a la luz del sol
¿Qué cómo había ido a parar allá? ¡Quién
sabe! Ya os dije que la isla era un poco mágica, ¿no? Quizá es que, viendo que su
dueño quería ser pirata, decidió que, para ser un pirata de verdad, necesitaba
un barco, y con las mismas, se lo fabricó. O eso es lo que Hojalata se pensó.
Fue corriendo hacia el barco, pero justo
cuando estaba a punto de entrar en el agua…Zas! Apareció un enorme tiburón, con
unos dientes afiladísimos, que le pegó un susto tremendo. Uf! Os podéis
imaginar la cara que se le quedó al niño al ver esos dientes tan enormes, y esa
bocaza abierta, pero, como Hojalata había decidido ser un gran pirata, y los
piratas tienen que ser audaces y valientes, decidió plantar cara al tiburón, y
le dijo:
-Ven aquí, tiburonzuelo, que te vas a enterar
por darme un susto
El tiburón Tiberio, un poco enfadado, por la amenaza que había proferido Hojalata, se levantó en el agua, y le dijo desde arriba:
-Oye, chaval, que yo no te he hecho nada,
pero si lo que quieres es pelea…¡La vas a tener! Y sin más, corrió hacia
el haciendo un gran ruido.
Sin embargo, Hojalata se dio cuenta de que
el tiburón tenía razón, y que él se había asustado y se iban a pelear sin
que le hubieran hecho nada, y dijo:
-Jo, tienes razón, perdona… es que no estoy
acostumbrado a que los tiburones sean amables, normalmente siempre tienen ganas
de morder.
Oyendo esto, Tiberio, que tenía buen corazón,
paró en seco la carrera y le dijo:
-No te preocupes, es normal, casi siempre me
pasa, y luego tengo que acabar comiéndome a la gente, con lo indigestos que
son. No te digo más que casi siempre acabo con dolor de tripa…como no tengo
manos, me los tengo que comer enteros, con espadas y todo.
Hojalata que escuchó aquello, se quedó
pensando, y le dijo
-Oye, como yo he decidido ser pirata, tengo
que tener una tripulación que me ayude a asaltar el barco de los malos, y rescatar
princesas y todo. ¿Quieres venir conmigo?
-¡Vale! Dijo Tiberio – Pero siempre que me
toque parte del botín, y que pueda esconder contigo los tesoros. – Me llamo
Tiberio, por cierto, ¿y tú?-Yo, Hojalata
-¿capitán Hojalata, entonces?
-Nah! Dijo este, - Porque entonces te tendría
que llamar grumete, o algo, y sería un engorro cuando estemos jugando a otra
cosa. Hojalata a secas.
Y, sin más, se subieron los dos al
barco…bueno, Hojalata se subió y Tiberio se dispuso a seguirle, porque, como
era un tiburón, no podía vivir fuera del agua. Pero justo cuando iba
a poner un pie en la escala que llevava al puente de mando una voz gritó:
-NI UN PASO MÁS
Imagínate, del susto se cayó de culo en
la playa, y se mojó todos los pantalones. Una cosa es ser valiente, y otra que
te griten cuando vas a subir a una nave, ¿no?
En fin, después del remojón, se
levantó corriendo, y fijándose en el barco, vio que encima del mismo había un
niño pequeño, que le miraba con cara de enfadado.
-¿Quién eres tú? Dijo Hojalata
-Pues el dueño del barco, quien va a ser, ¿y tú?
-Soy el pirata Hojalata, dijo el mismo,
sacando pecho y enseñando al niño la espada y la bandera pirata que llevaba.
-¡Ejem!
-Bueno, sí,…y este es Tiberio, dijo
Hojalata, pues el tiburón se estaba enfadando, porque a él no le presentaba
nadie.
-¿Y por qué estabas subiendo a mi barco? Dijo
el niño
-Pues porque creía que estaba abandonado, y
como soy pirata, pues necesitaba un barco, y eso…
-Pues como verás no está abandonado, porque
lo he traído yo, ¡o sea que aire! Dijo el niño.
-Bueno, vale, perdona, tampoco es para
ponerse así, y ya Hojalata estaba dándose la vuelta cuando Tiberio dijo:
-Oye, ¿y por qué no jugamos todos con el
barco? ¿No quieres ser pirata tú también?
-Pues la verdad es que no me importaría, dijo
el niño. He llegado hace un ratito a esta isla, y me estaba aburriendo de estar
solo.
-Todo arreglado, entonces. Yo soy Hojalata,
y este es el tiburón Tiberio. ¿Tú cómo te llamas?
-yo, Jorge. Subid, ahora que
somos amigos, podemos jugar todos juntos.
Bueno, y esta es la historia de cómo se
conocieron los tres piratas más famosos de todo el mar de los sueños. Espero
que te haya gustado, pues tú mismo me la has contado.
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