Nada
hay más subjetivo. Pero, a la vez, nada es tan cierto en el mundo del corredor
como las sensaciones. Hay meses que estás entrenando como un cosaco, y, sin
embargo, el día de la competición te desfondas. O ni siquiera en una
competición. Hay días en que los entrenos no salen al ritmo que debieran. O que
simplemente notas que las piernas no dan de sí.
Incluso
hay momentos en que, a pesar de que san Garmin te diga que vas a un ritmo
aceptable, notas que no es así, y si lo es, es a base de una dosis de esfuerzo
considerablemente superior a la que normalmente empleas.
Y son
cambiantes. De un día a otro, de un momento a otro. Incluso en la misma tirada.
Estás aguantando como puedes, pensando a ver qué excusa pones para parar,
cuando súbitamente notas como si se hubiese activado un resorte, y te
encuentras corriendo a un ritmo que no hubieses soñado cinco minutos atrás. O
al revés, que es peor.
De
momento, y cara a la carrera del domingo me encuentro bastante bien. Lo cual no
es mucho decir, habida cuenta de que faltan muchos días aún. Pero ya sabes. El
que no se consuela, es porque no quiere.
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