jueves, 17 de octubre de 2013

Entrenando

Pues nada, llegas a casa a eso de las ocho, después de pasarte el día pateando Madrid, y te tumbas en el sofá. En ese momento pasa una tromba de dos años pisándote por todos los lados sensibles de tu cuerpo, diciendo que quiere jugar contigo. Adiós sofá (y tú encantado).
Pero es que, para colmo de males, hoy es lunes. Bueno, ya llegará el viernes, me dirás. No, no, si ese no es el problema. Hoy es día de correr. Has quedado con los socios, y, después de estarles todo el día abrasándoles a mensajitos, no es plan de rilarse, por mucho que te apetezca quedarte tranquilo en tu rincón.
Hala, vístete.  Ya sabes que la pereza se va en cuanto empiezas a patearte el parque. Total, para ver Bob Esponja, casi mejor sudas un rato, ¿no? A ver si hoy eres capaz de aguantarles una vuelta más el ritmo. Así, al principio de la carrera no parece tan difícil. Si no fuese porque los muy mamones van in crescendo…yo creo que lo hacen por joder. Te ven la cara, observan cómo vas tirando, en la esperanza de dejarles hoy atrás, y cuando te ven madurito empiezan ellos a tensar la soga. ¡Si cuando tú esprintas ellos se ríen! Cabrones…
Total, te pones el pulsómetro, el reloj, los cascos, y sales a correr. ¡Coño! Las zapatillas!. Si es que algo se te tiene que olvidar siempre, que pareces robocop. ¿Pues no era que lo del correr era sencillo?
Venga, ¿estamos todos? ¿Si? Pues hala, vamos a empezar. Un ratejo de calentamiento (Para ellos, tú vas sudando ya), y a lanzarse a dar vueltas.
- Pero si no puedes ir deprisa, ¿Por qué te pones delante a tirar?
-Nos ha jodido, porque si no, los otros aceleran más. Esto es pura estrategia, tío.
El caso es que llevas cinco kilómetros y empiezas a hacer la goma. Menos mal que es un deporte no competitivo. Lástima que seas incapaz de tomártelo así, tienes que ganar (o intentarlo) hasta jugando a las chapas. Deformación profesional.
- Venga, hombre, que aún queda la mitad
-Ya, pero es que…
-Ni es que ni esco ... corre.

Y así, a duras penas llegas al portal. Cansado, pero contento. Otro día más en la brecha. Entras en casa, te duchas, y, cuando te metes en la cama, escuchas
-Papá, quiero un cuento
-Voy, hijo, voy….

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